La chica era interesante. Vivíamos toda una dicha. Cogiditos de la mano para arriba y para abajo. Reíamos a carcajadas, comíamos en el mismo plato, peleábamos a puño limpio, mejor dicho, nos amábamos. Yo cargaba una mochila llena de libros, recortes de periódicos, revistas, lápices. Ella llevaba un bolso que decía "San Andrés y Providencia", repleto de pinceles, óleos, esencias; dizque era pintora y yo poeta. Sin rumbo y sin trabajo y por supuesto, sin plata. La pasábamos en la Universidad Nacional tirándonosla de locos o revolucionarios en desgracia y almuerzos de trescientos pesos con unos vales que me consiguió Edgardo Ramos, amigos desde pelaos y quien estudiaba en la facultad de ingeniería. Hoy ocpua un alto cargo en una importante empresa y no digo más porque después lo secuestran. Se formaban unas peñoneras de miedo y nos tocaba perdernos. Entonces, aparecíamos por cuanto mueseo hay en la ciudad. En exposiciones plásticas para que perfeccionara sus trazos siguiendo al maestro Botero. Los domingos, en primera fila en la Casa de Poesía José Asunción Silva, bostezando y escuchando unos poemas lánguidos, largos y tristes igual a las tardes de Monserrate y, después de los aplausos, a la salida, nos obsequiaban una hermosa rosa roja que nosotros, en un abrir y cerrar de ojos, con el dolor de nuestras almas, las comíamos porque no había para más. Y una mañana. . . Una mañana que parecía como para esquimales, cuando menos lo esperaba, la encontré con los ojos hinchados y temblando no de frío sino de cólera, porque, según me dijo, tenía problemas en la "house". En efecto, doña Rosita, le había propinado unos veintinueve o treinta pescozones (por uno no vamos a pelear), dizque porque era una vaga de aquí al cielo. Y vamos a ver y era cierto. Agarró sus cosas. Todas al mismo tiempo, sus pinceles, óleos, sus acuarelas, sus jeans, sus chancletas, sus cacheteros y las metió en una caja que ató con una cinta de seda color rojo. Luego, con la misma paciencia con que le dio la puñera, le armó un moño alto en la cabeza y la dejó como la bruja del 71. La desterró a España. Hasta el sol de hoy, nadie me da razón, ni chica ni grande en la Casa de Huéspedes de los Reyes Católicos en donde se supone debió nacer Laura Camila.
JotaErre/2010.
